Justicia social es cómo nos vemos

Ale Funes
4 min readSep 13, 2022

Cada 25 de julio se celebra el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente. La fecha fue acordada en 1992, cuando se reunieron mujeres negras de 32 países de América Latina y el Caribe en República Dominicana para visibilizar su lucha antirracista y definir estrategias de incidencia política con perspectiva de género.

Los datos oficiales en Argentina, obtenidos a partir de los censos, representan una cantidad mucho menor de personas que se reconocen como afrodescendientes respecto a las estimaciones que aportan organizaciones que trabajan por los derechos de los colectivos étnico-raciales. El último censo (2010) indica que solo 149.493 personas se reconocen como afrolatinas, afrocaribeñas o de la diáspora.

Las organizaciones ponen en alerta esta situación, ya que invisibiliza a la población descendiente y migrante. Además, perpetúa el mito de la Argentina como nación fundada con una población homogénea, resultante del desembarque de inmigrantes blanques de Europa o de la «desaparición» de la población afro producto de las guerras y las pestes del siglo XIX.

La negación histórica se reproduce en la formación educativa de generaciones que terminan sin reconocer a sus ancestres y, a raíz de ese desprecio les nueves migrantes son afectades de la misma forma.

Según Marcela Lorenzo, presidenta de la Agrupación Xangô:

«Vivimos en una sociedad que solamente se acepta euromigrante. Lo negro es extranjero (comunidad afrodescendiente y africana) y lo marrón corresponde a los pueblos originarios, por lo tanto crecemos y convivimos en un país que no nos acepta como propios, que a pesar de luchar por nuestra visibilización, busca en lo más profundo de nuestro árbol genealógico cómo se puede ser afro y argentino/a. El día que realmente nos aceptemos nos comprenderemos como un territorio diverso de colores de pieles».

El concepto de racialización se promueve en los discursos, como ocurre a través del tratamiento irresponsable de información en los medios de comunicación: este último mes se repudió una tapa del diario Clarín, por estigmatizar a la población africana al vincularla con pobreza, marginalidad y vulnerabilidad.

«Los medios siguen reproduciendo lenguajes racistas y aunque se realicen denuncias y quejas por parte de la colectividad, poco hacen. Se debe concientizar a la sociedad sobre estas prácticas que están internalizadas en el vocabulario cotidiano», comentó Marcela.

Una iniciativa de concientización antirracista se masificó durante el Día del Orgullo, celebrado cada 28 de junio, en ciudades de todo el mundo. Los colores negro y marrón en la bandera LGBTQ+ se incluyeron en 2017, en Filadelfia, para visibilizar la lucha contra el racismo y homenajear a les referentes afrodescendientes de la comunidad. De ahí en adelante esta propuesta es adoptada cada vez por más personas y organizaciones.

Como aportó en una de sus publicaciones Nia Huaytalla, activista y divulgadore:

«El antirracismo incluye a todas las personas racializadas. Si sos transodiante, no sos antirracista. Si sos homodiante, no sos antirracista. Si no incluís y cedes el espacio dentro de tu comunidad lgbtq+ a las personas racializadas del colectivo, no sos antirracista».

En 1927, Uruguay habilitó el voto independientemente del género y nacionalidad de cada persona. En ese momento fue posible el primer sufragio de una mujer inmigrante afrodescendiente en Sudamérica, realizado por Rita Ribeiro.

Acorde a los derechos vigentes en América Latina, las mujeres negras aún son excluidas en relación al privilegio blanco. Y esa exclusión se manifiesta, por ejemplo, en el acceso a mejores condiciones laborales.

«Resiliencia es lo que tenemos las mujeres negras al reinventarnos ante cada situación. La exclusión es algo con lo que seguimos luchando y resistiendo. ¿Por qué? ¿Quién quiere perder su lugar de privilegio? No estamos en espacios donde deberíamos ser representadas, nuestras voces no son tenidas en cuenta. A mayor nivel académico, menor presencia de mujeres y personas afro».

Al comienzo de este mes se conmemoró el Día Internacional de la Diáspora Africana. Como señala el libro «Conocimiento desde adentro, los afrosudamericanos hablan de sus pueblos y sus historias« (Sheila Walker, 2010):

«La palabra diáspora, que quiere decir «sembrar a través«, hace alusión al proceso por el cual los africanos esclavizados, brutalmente desarraigados de todo lo que conocían, echaron nuevas raíces, produciendo nuevos frutos en las tierras donde se encontraron. En todas las Américas estos sobrevivientes, migrantes involuntarios, después de un trauma tan enorme, tuvieron que empezar inmediatamente, en una situación de opresión inimaginable, a inventar nuevas identidades y crear nuevas culturas. Las fundamentaron en los saberes que trajeron de África en sinergia con lo que encontraron en su nueva tierra, creaciones que marcaron con su originalidad las sociedades de todas las Américas».

Al consultarle a Marcela cuáles son las situaciones que deben enfrentar actualmente las mujeres migrantes, resaltó que se trata de problemas surgidos por esa falta de reconocimiento de la presencia afro mencionada al comienzo de este artículo. En ese sentido, es necesario enfatizar que se trata de casos de migración con origen político, no turístico: «Las mujeres deben vivir con trabajos precarios, en situaciones socioeconómicas vulnerables, indocumentadas, oprimidas ante un sistema que las limita».

· Artículo originalmente publicado en @ escriturafeminista

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Ale Funes

Culture. Queer identities. Human centered design. ES/EN